Información sobre las pulperias
Por
aquellos tiempos se podía encontrar pulperías en la ciudad y en el campo. En el
siguiente cuadro Ud. encontrará información sobre ellas.
Las pulperías en la ciudad.
Lo que han investigado los historiadores.
Lo que han investigado los historiadores.
“Todos creemos saber que era una pulpería pero definirla en
términos precisos no es tarea fácil. Para el Cabildo de Buenos Aires todo
estaba muy claro; según él había una nítida distinción del trabajo entre las
tiendas y las pulperías. Las tiendas se dedicaban a la venta de géneros de Castilla
y las pulperías a géneros de abasto. La función específica de la segunda era,
pues, la venta de provisiones para el abasto de la población. Así las define
muchos años más tarde el Almanaque de Blondel de 1826 casa de abasto en que se vende de todo
lo que sea relativo a los comestibles y bebidas por menor. La
complejidad de las pulperías porteñas se refleja mejor en la caracterización
que hizo de ellas el propio gremio de los pulperos de la ciudad. Para éste las
pulperías de Buenos Aires tenían algo de taberna, algo de almacén, y aún de
tienda: combinaban los tres tipos de negocios.
Fuentes: Mayo, C, J. Mirando y L. Cabrejas, “Anatomía de la
pulpería porteña”, en Mayo, C (dir) Pulperos y pulperías de Buenos Aires,
1740-1830. Buenos Aires, Biblos, 2000, p. 1
Las pulperías en la campaña
Lo que han investigado los historiadores
Según el historiador Carlos Mayo, la imagen tradicional que se
tenía hasta hace poco tiempo acerca de las pulperías rurales componía un lugar:
“donde los gauchos bebían aguardiente hasta embriagarse, mataban el tiempo
jugando al truco y entregaban la vida en duelos a cuchillos, podía ser también
y, para sumarle mayor sordidez, un prostíbulo. El pulpero típico, aquel que
embaucaba a los incautos parroquianos detrás del mostrador era casi
indistinguible de su andrajosa clientela. Mal entrazado, sumaria y muy
pobremente vestido y, por añadidura, algo sucio y desaliñado; un personaje en
suma, que no desentonaba con su sórdido y miserable local”
Pero esta imagen no coincide con los estudios más recientes sobre
las pulperías rurales. Según esos estudios:
“Algunas de estas pulperías eran algo menos precarias y estaban,
sobre todo, mucho mejor surtidas de lo que se creía. La sorprendente variedad
de mercancías que vendían al público y la naturaleza de algunos de estos
productos hacen pensar en una estructura del consumo de la población rural
mucho más rica y compleja de lo que se suponía. […] La venta de fideos, pan,
galleta, azúcar, velas, especias, azafrán arroz, así como la de papel, vajilla,
peines, peinetas, pañuelos, navajas de afeitar, seda, cabezas de arado
aún anzuelos revela una demanda más diversificada y exigente, lo cual se
corresponde bien con una sociedad pampeana en la que había algo más que grandes
estancieros, vacas y pobres gauchos; donde había una verdadera clase media
rural, integrada por una miríada de pequeños y medianos criadores y labradores
con sus familias […] es decir, una sociedad rural con un mayor poder de compra
que el esperado y pautas de consumo que, si algo revelan, era cuán hondo
había calado en ella el mercado. Algunos de nuestros pulperos, aunque austeros
y ahorrativos, distaban de ser esos personajes cuasi harapientos que nos
presenta la imagen tradicional. No todos tenían estancia pero cuando podían
compraban esclavos y alcanzaron un nivel de vida comparable al de un estanciero
acomodado de la campaña”
Fuente: Mayo, Fernandez, Duart, Van Hauvart, Miranda y Cabrejas,
“Pulperos y pulperías rurales”, en Mayo, C (dir) Pulperos y pulperías de Buenos Aires, 1740-1830. Buenos
Aires, Biblos, 2000, pp. 109-110.
Lo que han investigado los historiadores